jueves, 4 de septiembre de 2014

Siete años de mala suerte

      <<Mierda...>>-Pensó Catherine recogiendo los trozos del espejo roto del suelo de su habitación. Una sonrisa irónica se formó en su cara.- <<Ahora tendré siete años de mala suerte...>>
      Era más que evidente que ella no creía en ese tipo de chorradas supersticiosas, solo había sido un traspiés tonto. La típica esquina de la cama que siempre trataba de arrancarle el dedo meñique del pie izquierdo se había interpuesto en su camino y, al intentar apoyarse en algún lado, había tirado el espejo de pared. Ahora todo estaba lleno de trozos de cristal.
      Kate se subió a la cama para no pisarlos y comenzó a recogerlos desde ahí arriba. Apartó el marco y lo subió hasta apoyarlo sobre el colchón. Atrapó entre sus dedos uno de los trozos de las esquinas y su reflejo le devolvió la mirada del otro lado. El flequillo negro le caía sobre los ojos oscuros. Ya estaba demasiado largo, iba llegando el momento de cortarlo. <<Un tijeretazo rápido y todo habrá acabado, pequeño.>> Miró el marco y miró el trozo de espejo roto y una bombillita se le encendió en la cabeza mientras lo colocaba en su sitio. Llevaba días estudiando para los exámenes finales y su cerebro necesitaba desconectar. ¿Qué mejor manera que recomponiendo un puzzle?
       Colocó primero las tres esquinas restantes y continuó a partir de ahí con los lados hasta terminar de unificar su retrato viviente. Se miró de nuevo. Tenía unas ojeras impresionantes. <<Esto me pasa por quedarme ayer hasta las tantas.>> Aunque la imagen seguía unificada, ella se veía rota, fragmentada, sola. <<Sola...>> Hacía tiempo que no veía a sus amigos. Ni a Beth, ni a J.J., ni a Nick, ni siquiera a Daniel. Los estudios le robaban mucho tiempo últimamente, y sus padres estaban de viaje todo el rato, así que apenas tenía relación con nadie más que su vecina, la cual le subía la compra todos los jueves en la mañana.
      Recolocó el marco sobre su almohada y se inclinó sobre él, examinando los daños. Le gustaba aquel espejo. Antes solía pasarse tiempo mirándose en él, escrutando cada palmo de su cara, cara cabello de su flequillo soñando con, algún día, poder ser quién verdaderamente era. Solo faltaba un año. Un año y aquella imagen de chica buena quedaría atrás, el verde y el azul teñirían su cabello y la tinta negra le tatuaría la piel. Pero en ese momento seguía allí, y no quería ni imaginarse cómo se pondrían sus padres cuando viesen aquel desastre.
      <<Bueno, por lo menos ya lo he recogido con la tontería del rompecabezas.>>
      Entonces, allí abajo, en el suelo, un diminuto brillo pareció responderla. Era una minúscula partícula de cristal que se le había escapado en la primera revisión. Si no hubiese sido por aquel reflejo plateado, casi podría haber sido considerado como un granito de arena. Kate lo cogió con las uñas de la mano derecha y pasó la otra por encima de la superficie del espejo, buscando la imperfección que le faltaba por rellenar. Metódica y exhaustiva, el dedo índice de Catherine topó con un pequeño huequecito, justo del tamaño del trozo de cristal que le faltaba para completar su obra. Apoyó la piedrecita y...
      -Terminado...-Dijo orgullosa de sí misma.
      Fue entonces cuando se dio cuenta. Las rajas del espejo formaban tres líneas de letras con total sentido. Por una vez, Kate, normalmente irónica y audáz, fue incapaz de decir absolutamente nada. <<Oh, Dioses...>>

Catherine Summers,
atraviese el espejo
Fdo: Alice
   
      Entonces, las grietas se unificaron como si nunca hubiesen existido y su imagen en el espejo desapareció por completo. <<¿¡Pero qué...!?>> Kate estuvo a punto de retroceder, estuvo a punto de apartarse del espejo, pero algo la mantuvo pegada a las sábanas. <<¿Cómo he hecho eso...?>> Se inclinó un poco más hacia la superficie de plata y las puntas de su media melena descolocada acariciaron el espejo, formando ondas al tocarlo, como si fuese agua. Su corazón le palpitaba en los oídos, nervioso. ¿Cómo podía haber desaparecido su reflejo?
      Tan absorta estaba tratando de encontrar a su otra "yo" que apenas se dio cuenta de lo cerca que estaba. Tan cerca como para casi tocarlo con la punta de la nariz. Tan cerca....
      La puerta de la casa se cerró de golpe y Kate dio un bote en la cama, sobresaltada, precipitándose dentro del espejo.
      Entonces, todo se volvió brillante, cegador, tan frío que cortaba la piel, tan helado que congelaba la sangre. El líquido se le metió por la garganta, como si fuesen cuchillas y le llegó a los pulmones, rasgándolos desde dentro.
Kate apretó los párpados sintiendo como el aire se le escapaba en burbujas desesperadas por encontrar la superficie y la sangre le manaba de todas las células epiteliales de su cuerpo y, mientras se hundía cada vez más en aquel mar sin fondo, no podía pensar en los deberes, ni en el examen de matemáticas que tenía el lunes siguiente, sino en la cara que pondría su vecina al descubrir que la hija de la señora del Bajo C se había caído dentro de un espejo roto, del cual no volvería a salir jamás. 


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